Treinta y dos primaveras
-Pasajeros del vuelo con destino a San
Francisco, favor de abordar por la puerta tres.
Era
la tercera llamada que hacían por los altavoces del aeropuerto. Tomó su
maletín, acomodo los lentes y se encaminó hacia la puerta tres, después de
entregar el billete de avión y muchos saludos falsos por parte de las azafatas,
subió al avión y se acomodó en su asiento. Llevaban dos horas de vuelo y la
mayoría de la gente ya estaba dormida. Aprovechó ese momento de tranquilidad
para abrir la ventanilla que quedaba de lado izquierdo y acomodarse para así
tener la mejor vista. Sabía que se alejaba de todo ese frio y humedad, además
de las cosas como el trabajo y la familia, cosas que lo habían hecho tomar el
avión. Volvía a San Francisco porque adoraba esta época del año, el sol salía y
se acomodaba en lo más alto del cielo y desde la ventana de su habitación
podría observar a las flores crecer, al pasto ponerse verde y a su árbol
ponerse frondoso y brillante. Se acercaba la primavera y con ella, un motivo
más para creer en el futuro, estaba próximo a cumplir sus treinta y dos
primaveras, de las cuales, siete había compartido con su esposa y tres con su
pequeña hija. Volvió a asomarse por la ventanilla del avión y sonriendo agradeció al sol y a la
tierra por la maravillosa vista que tenía enfrente.
- Maricela Rosas Angulo
Un día de marzo
Había
llegado ese día del año, ese día de primavera, ese día de marzo. Ese día cuando
todo su mundo se venía abajo, y apenas si podía hacer las cosas.
Hacía dos años que había perdido
al hombre más importante de su vida, y aceptar ese hecho simplemente la
destrozaba. Ir al lugar donde se encontraba él, pues eso la destrozaba aún más,
pero tenía que hacerlo. No podía dejar pasar ese día.
Se arrodilló ante la pequeña
estructura de mármol, queriendo decir algo, pero sin éxito alguno. Su boca
temblaba, al igual que todo su ser. Las lágrimas comenzaron a brotar, era
inevitable.
–Dijiste que estarías conmigo
siempre, que vivirías 241 años y así poder protegerme siempre. ¿Por qué te fuiste
antes de tiempo? ¿Por qué…? –ni siquiera pudo terminar la frase.
Su llanto se había vuelto en un
llanto inconsolable. Era el llanto de una madre que había perdido a su hijo, su
hijo de tan solo 7 años.
Recordó las últimas palabras
que le escuchó decir: “Mami, ¿a dónde me llevan? ¿Qué está pasando?”. También
recordó haberle mentido diciéndole que todo estaría bien.
Cuando por fin pudo recuperar el
habla, claro que no del todo, siguió:
–Me prometiste que iríamos a
la luna, que tendríamos trajes de astronauta y saldríamos en la televisión.
–soltó un largo suspiro afligido–. Tu imaginación no conocía límites… Mi
pequeño. Cuánta falta me haces.
Se aferró a la cruz que sobresalía
del borde superior de la estructura, como si esa acción le fuera a regresar a
su hijo. El llanto se volvió peor. El sufrimiento que uno hubiera podido
percibir en él era indescriptible. Pero estaba sola, y nadie escuchó su
sufrimiento. Solo ella y la ventisca que le revolvía su cabello.
Sí, aquel era el día de
primavera. El día de primavera en el que hace dos años había perdido lo que más
quería.
- Joel Villalobos
Sherlock
-¡Mira!
La mariposa está saliendo de su capullo. Cuando era una oruga era muy fea, y
ahora… Curioso ¿no?
-¿Curioso?
¿Sabes qué es curioso? Curioso es darte cuenta de que alguien a quien quieres
no te quiere de la misma forma.
-¿Ya
estás otra vez con eso?
-¿Con
qué?
-Ya
sabes con qué. Con eso…
-No
lo creo. Solo te decía lo que encuentro curioso. Desde hace tiempo ya no pienso
en eso.
Y
aunque pronunciará esas palabras, ni ella misma podía creerlas. Porque siempre
pensaba en eso. En su corazón roto, en
las promesas no cumplidas y en su amor no correspondido. Porque siempre pensaba
en Sherlock, el chico de sus primaveras, el que venía después del invierno. En el
Sherlock de la mirada fría pero de
corazón cálido. El de la sonrisa irónica y los miles de versos. El que
la conocía toda sin saber nada. El que le rompió el corazón sin darse cuenta.
En el que pensó todo el invierno. El que vendrá, tal vez, cuando llegué
primavera.
-Bree Guerra
Escrito para el blog del mes de marzo
Tienes
que ir al campo a escoger las mejores flores, le dijo Marcela a su pequeño.
Maximiliano tenía 3 años y sabía lo que era vivir en el campo. Desde la muerte
de su abuelo, el papá de Marcela, el niño sabía que los sábados eran un día de
luto para él y su mamá. Marcela, por otro lado, se sentía una mala madre por
llorar cada noche después de darle un beso en la frente al que aún consideraba
su bebé. Habían pasado cuatro meses desde la partida del abuelo Efraín y se
sentía como si todavía fuera ayer cuando cargaba a su nieto y aconsejaba a
Marcela. Sentía la joven mujer que ya era hora de emprender un nuevo camino y,
principalmente, esa había sido la razón por la cual habían ido al campo a
respirar aires nuevos. Un día, Maximiliano tomó la decisión de salir a jugar
solo al campo. Su casa estaba prácticamente en la nada, a unos 20 km del pueblo
más cercano: sólo los rodeaban sus cultivos y unas flores que ellos habían
sembrado cuando se mudaban. Aunque el niño era muy pequeño, sentía la necesidad
de ver a su abuelo. Marcela no se dio cuenta de que el niño se había salido
unos segundos mientras ella había entrado al baño. Notó que había un rayo de
sol entrando por la ventana y el niño estaba arrancando unas flores. Le volvió
el alma al cuerpo a la preocupada madre y unas cuantas flores para el difunto
adornaban la sala.
- Andrea Lilian Gámez Salazar
Estas nubes van a algún lado
Faltaba
un mes para la primavera.
Él
se asomaba por su ventana todas las mañanas y no podía evitar una sonrisa
cuando veía pasar a alguna ardilla caminar por entre los árboles o a algún ave
volar por encima de su casa. La llegada de la primavera, lenta, progresiva y
cada vez más tardía, era uno de los pocos placeres que no se sentían limitados.
Incluso la risa parecía escasear desde que la guerra había comenzado.
El
pasto bajo sus pies, las coloridas flores salpicadas entre el pavimento, y el
sonido de las aves sobre su cabeza eran pequeñas cosas que nadie le podía
quitar. Eran cosas que no tenía que medir con un maldito libro de cupones, ni
siquiera desde el año anterior, cuando el libro había cambiado de azul a un
asqueroso café que siempre parecía estar sucio.
Esta
era la tercera primavera que venía con la guerra y, como los años anteriores,
él rezó para que fuera la última. Ya había llegado un punto en el que sentía
que sólo rezaba para tener algo que hacer, para poder sentir que aún guardaba
un poco de esperanza. Si era honesto consigo mismo, la esperanza también
parecía escasear. Estos eran sus últimos meses como menor. Pronto vendría su
cumpleaños de 18 años y con él, la posiblidad de ser reclutado en cualquier
momento. La misma idea hacía que se le revolviera el estómago.
Decidió dejar de pensar en eso, olvidar el
hecho de que este podría ser el último año que pasara junto a su familia, la
última oportunidad de ver la nieve derretirse y el sol traer la primavera. Un
perro ladró en la distancia y él sonrió. Decidió que le vendría bien adoptar
una mascota, alguien que siempre estuviera ahí con él. Tal vez no era el
momento adecuado, no con el racionamiento y el estrés que su familia de por sí
tenía que soportar. Sin embargo, se prometió a sí mismo que eso sería lo
primero que haría cuando llegara la primavera después de acabar la guerra.
Más
que nada en el mundo, deseó poder llegar a ver esa primavera.
- Elisa Norzagaray
Primavera
Con
un arcoíris en el cielo, un girasol
floreciendo y el canto de aquel pájaro empezó la Primavera. El sol se
acercó un poco más a la tierra para iluminarla con sus rayos. El viento sacudió
su cabello y las preocupaciones que le había dejado el frío invierno. Sin
embargo, aun sentía la brisa en sus hombros, podría ser la falta de abrigo o un
brazo alrededor del cuello que la cubriera. Los colores, la música y los
sabores de estos días parecían tener un efecto especial en todas las personas.
Todo brillaba un poco más pero ella solo veía en ese reflejo los recuerdos que
tenía que dejar atrás.
- Paola V. Bojorquez
Contrato Cancelado
¿Qué
opinas de esta foto? Me preguntó. Luces… Extraña, no sé. Y lo hacía, lucía muy
extraña. Esa foto, no era lo que me había imaginado. Y esta situación tampoco
lo era. La miré unos momentos más para comprobar la foto que se encontraba en
la computadora frente a mí.
Las
luces brillantes, los flashazos y clics me sofocaban. Iré a fumar un cigarro,
ya regreso, la dejé esperando mi comentario inconcluso mientras me dirigía
hacia la puerta, podía sentir su mirada escéptica en la parte de atrás de mi
cabeza. Corrí la puerta de metal dejando un espacio sólo para que mi cuerpo
pasara. El penetrante calor me obligó a quitarme la chaqueta. La primavera,
como odiaba la primavera. Y es que además del calor, toda mi vida parecía ir
mal cuando la primavera venía. Bajé el cigarro para soltar una bocanada de
humo, y al traerlo de nuevo a mi boca, se trabó con mi cinto cayendo al piso...
mojado.
Frustración,
no podía sentir nada más que eso en este calor insoportable que hacía que mi
vida perdiera su balance. ¿Será que Dios no quiere que disfrute ni siquiera un
cigarro? Será que la primavera me odia. Un contrato cancelado en una disquera y
la persona más importante en mi vida realizando todos sus sueños, dejándome
atrás.
Si
tan sólo hubiera sabido de antemano cómo la primavera de este año sería, probablemente
no hubiera dicho que sí en aquellas situaciones, ni tampoco me hubiera negado
en muchas otras.
Pero
realmente me pregunto si me hubiera anticipado a mi fracaso dejándolo llegar
antes, o si me hubiera arrodillado frente a mis errores para intentar cambiar
un poco lo que mi destino del día de hoy sería.
- Andrea Vizcaíno
Primavera improvisada
Es primavera, y sé que todos
esperan que hayan colores, flores y cosas agradables. Pero yo por mi parte
prefiero vivir la primavera de manera gris. Las personas cuando vuelan muy alto
suelen caer de repente y yo ya no quiero volar. Prefiero mantenerme en neutral,
en el suelo, sin despegar.
Prefiero quedarme en casa que
ponerme esos tacones que me lastiman y salir con un vestido ajustado. Prefiero
las cosas bien hechas, las cosas auténticas. Prefiero a la gente que hace y no
a la que dice. No me gusta la primavera, pero la escojo antes que al invierno
pues el invierno con todo eso de estar juntos y los mensajes de “paz y amor” ya
me suena un poco hipócrita.
Tal vez lo malo de la primavera es
que no noto que mi jardín está un poco más verde. Tal vez no noto que los
pájaros están felices porque yo estoy muy ocupada en no estarlo. Tal vez no
disfruto el calor por prender el aire acondicionado y tal vez quiero mantenerme
en el suelo porque no he subido tan alto como para que me guste estar en el
aire con todo y los riesgos.
- Anna Camacho
Sueños de primavera.
El
gélido frío se esfuma,
cual
nubes en la noche.
Las
aves mueven sus plumas
pues
llegó la época del derroche.
Las
calles se visten de flores
y su
aroma hace que las adores.
Las
criaturas comienzan a salir
pues
cansadas están de dormir.
La
primavera ya ha llegado
y
las flores están brotando.
La
primavera llega con la brisa del sol
y
por la ventana entra la luz cual farol.
La
primavera llega y todos cantan.
La
primavera entra y con ella el amor.
La
primavera se queda y los ánimos se levantan.
Se
queda primavera hasta que vuelva el invierno ejecutor.
- Alan Michel Romero Diez Martínez