martes, 13 de diciembre de 2011

El año nuevo


Un año entero.

            No me gustan los espejos de ninguna forma o tamaño. No es una fobia extraña o algo por el estilo,  simplemente no me agradan y ya. Su trabajo es mostrar  la realidad de una manera objetiva ante nuestros ojos y, por eso, no me gustan. Prefiero evitar observarme en un espejo para, así, pretender que todo está bien. Es cobarde tal vez, pero no me importa. Sin embargo, en ocasiones es simplemente imposible evadir el reflejo de tan odioso artefacto. Y, eso, fue lo que ocurrió este año -mejor dicho- este fin de año. Por circunstancias de la vida, que preferiré no contar, terminé frente a un espejo. En aquel momento sentí como si un fuerte peso me cayera encima: no podía creer lo que estaba viendo. ¿Esa era yo realmente? ¿Yo? ¿Cómo había pasado?
            Mirarme ahí parada me hizo reconocer que nada de lo que había esperado ese año sucedió. No es que hubiera sido miserable, es sólo que no había sido especial.  Nada cambió pero, la única culpable, soy yo. Si no adelgacé, si no subí mis notas, si no aprendí nada nuevo, si no leí más de 3 libros… todo eso, es mi culpa. La persona reflejada en ese espejo soy yo. El reflejo de todo lo que hice, o mejor dicho, no hice en un año entero. Y aquello me hizo reflexionar. Las cosas no hechas, las letras no escritas, las no leídas. No se pueden recuperar si nunca existieron, pero sí se puede empezar de nuevo. Después de todo, para eso es un espejo: para mostrarnos la realidad a detalle con el fin de que la corrijamos, o bien, aceptemos. Y, para eso, es también el fin de año: para ponernos nuevas metas, para seguir adelante en nuestro camino. Por eso, este año, prometo iniciar de nuevo. Todos deberían hacerlo: corregir los errores, proponerse nuevas metas. A fin de cuentas, tenemos un año entero.

-Bree Guerra

Doce uvas y un sólo deseo

            Era de noche y Esteban estaba sumido en el frío ambiente y sus pensamientos. Su padre, hablando con sus tíos y, su madre, en alguna discusión sobre la limpieza, al pie de la escalera. Esteban cerró los ojos hasta que una niña pequeña -que había visto un par de veces- lo despertó. “Toma, Esteban. Para tus deseos”, mientras le entregaba un plato con unas uvas. Le pareció un tanto ridículo, ¿cómo su familia podía creer que esas frutas les iban a conceder deseos? Pero, ellos, creían en toda clase de cosas: como poner a un borrego en la puerta de la casa durante la espera la entrada del año, o salir corriendo con la maleta en mano por la cuadra. Había que admitir que la imagen de las señoras corriendo como locas por la calle era muy graciosa. El muchacho llevaba un rato pensando en el deseo ideal, pero cuando sonó la primera campanada en el viejo reloj de la casa de la abuela él sabía exactamente qué pedir. Tomó la primera uva, recordó los momentos que pasaba jugando cuando era pequeño y pidió su deseo. Al sonar el tercer replique del reloj, Esteban ya se metía otra uva a la boca, mientras recordaba aquel beso en la frente que ella le dio cuando creía que él dormía, y pidió el mismo deseo. Seis campanadas y él recordó aquellos viajes al campo que odiaba pero, como a ella le encantaban, él debía acompañarla y, nuevamente, pidió lo mismo. No pudo evitar derramar una lágrima al pedir su noveno deseo mientras recordaba las mañanas que lo hacía madrugar para ir a correr. Al llegar a la onceava campanada, el muchacho estaba rompiendo en llanto recordando el accidente pero -aun así- repitió el deseo. No podía dejar de sentir la culpa, pues era él quien manejaba. Fue él quien no vio el carro aproximándose. Y no era justo que él sólo saliera con unos rasguños mientras su madre quedaba en silla de ruedas para siempre. Al sonar la última campanada, en un mar de lágrimas, Esteban tomó la uva restante y pidió por doceava ocasión su deseo: “Que mamá pueda volver a caminar”.

-  Alan Michel Romero Diez Martínez


Mi año nuevo

            Mi madre me pregunta “¿calzón rojo o amarillo?”. Simplemente le contesto “amarillo, ya tienes el amor de mi padre”. Me entristece verla tan ilusionada con un cambio de fecha, tan ilusa ella. El clima no cambiará; pues eso es a mediados de Octubre. Sus arrugas no se desvanecerán, y aunque mi padre lo prometa; yo sé que no bajará esos kilos demás y las cosas no mejorarán. Tal vez mis hermanos crezcan algunos centímetros, tal vez alguno de nosotros muera, tal vez su hija mayor le dé una sorpresa desagradable. Pero mi madre y sus hermanas seguirán igual; a la tía Francisca la seguirá engañando su marido, la tía Elena seguirá teniendo hijos hasta que la venzan los años, la tía Gertrudis seguirá engañando a su marido, la tía Eva mantendrá su amor por el sexo femenino (a pesar de los rezos de la abuela), y la tía Rosa seguirá cambiando de novio cada tres meses. Mi mente sólo me dice “huye, corre, sal de aquí, escapa, huye lo antes posible”. El año nuevo no significará nada para mí. Mi año nuevo será el día que compruebe que no soy parte de ese conjunto; de mi madre y de sus hermanas. El sentido del año nuevo para ellas, es por decir que hay un pequeño cambio, algo “nuevo”, ya sea una blusa, nuevos senos o nuevo marido. El día que huya de aquí, para volver solamente en año nuevo, viendo todo lo viejo, ése día sí será mi año nuevo.

-     Georgina González Padilla

El Próximo Año

            “El próximo año”, me había dicho, “ya verás que todo saldrá bien, deja de pensar en ello”. No sé si lo dijo sin pensar, o simplemente porque aún tenía esperanza, ya que esto también me lo había dicho el año anterior. Lo que no sabía, es que hay viejos amigos a los que estamos perdiendo, y hay nuevos amigos a los que ni siquiera les hablamos. Qué irónico, pero cierto. Y uno quisiera tener el tiempo necesario para dedicarle el que se merece a cada quien, pero no se puede, así que lo dejamos para el próximo año, el año nuevo. O bien, buscamos librarnos de los fantasmas que, manifestados de diferentes formas, nos acechan. En fin, buscamos la felicidad, y decidimos empezar desde cero, eso es lo que dicen y hacen muchas personas, ¿no?

            Cada año pasan por nuestro camino muchísimos sucesos, muchísimas personas, y probablemente todo nos marca de alguna manera. A veces les queremos encontrar la razón de “todo pasa por una razón”; no siempre lo logramos. Las rupturas, las reconciliaciones, la vida y la muerte, la bienvenida y el adiós, las emociones vividas, la búsqueda de una solución, las lecciones aprendidas, los errores cometidos, los corazones que se rompieron, los recuerdos que nunca se van.

            Así que brindemos, es lo que se suele hacer… por los momentos, los buenos y los malos; por el amor, el amor que tuvimos y compartimos; por las personas que, en medio de una vida ordinaria, aparecieron y nunca olvidaremos. Por el año que vivimos, y por el año que viene.

- Joel Villalobos


El día más esperado.

                El día más esperado del año para Ángela estaba a punto de llegar. La víspera de año Nuevo era uno de sus favoritos pero, en realidad, el que traía la más grande espera era el 1° de Enero de cada nuevo año. Ángela siempre comenzaba muchas cosas ese día, se forjaba metas para esos 12 meses que la esperaban con los brazos abiertos pero, este año, sería diferente porque no empezaría cosas nuevas sino que se dedicaría a terminar las que había dejado inconclusas un año atrás. No sabía si acabaría con la lista. Después de todo, era un tanto extensa. La fiesta se celebraría en su casa como todos los años, habría invitados a montones, gente conocida, gente desconocida y gente que no quisieras conocer. Eso era lo que más le gustaba a ella: conocer gente nueva y ¿qué mejor que un nuevo amigo para ese nuevo año? Las personas comenzaban a llegar una por una o de dos en dos a la gran fiesta. Ángela siempre esperaba a que ya hubiera bastante gente como para no saludar a las personas desconocidas. Después de un tiempo de estar en su habitación esperando, salió y se encontró con una infinidad de personas listas para celebrar el Año Nuevo. Los tazones llenos de uvas, el radio prendido para escuchar las campanadas y los fuegos artificiales listos para ser lanzados a la hora correcta. Las horas pasaban y las doce campanadas resonaron por todo el lugar, las personas se abrazaban y se felicitaban. Ella, salió al patio a ver los fuegos artificiales: su parte favorita de la celebración. Las luces de colores alumbraban el cielo oscuro. Parecía que la vida le daba una oportunidad de empezar de nuevo, pero Ángela no se dejaría llevar por las tentaciones. Ese año, sería un año de clausura. 

- Constanza Duarte


Otro año

            La fecha estaba próxima y todo en su familia era un desastre. Ésa mañana todo parecía haber explotado; ella dormía y ni siquiera lo notó. Su papá regresó frustrado de ese trabajo matutino. Manuel como siempre molestaba a su hermano mayor, quien no pudo más y todo comenzó a caer. Su padre apenas llegaba y su hermano ya lo bombardeaba con “Manuel hizo esto e hizo aquello, que tumbó la maseta, provocó que se escapara el perro, arruino este libro, lleva toda la mañana molestando…” Parecía una de esas mujeres que apenas llega el marido a casa le sueltan todas sus inconformidades como cascada de rocas. La mecha quedó encendida. Él siguió y siguió hasta que su padre estuvo realmente molesto y la siguiente cosa que hizo Manuel detonó una buena reprimenda. Su madre lo estaba viendo todo, llevaba mucho tiempo cargando su cansancio y desesperación, no soportó nada más. Ambos padres empezaron a discutir, ella no soportaba ver golpes contra sus hijos, y llegaron hasta el punto en que su madre pensara en el divorcio. Poco después ella salió de su cuarto, sólo para darse cuenta del desastre y escucharle a su madre decir “no quiero seguir viviendo en esta familia como perros y gatos, pueden escoger con quien se quedan”. Plantearse esa posibilidad le oprimía el corazón y sentía culpa, ella tampoco se esforzaba mucho por convivir con sus hermanos y ayudar en la casa. Al final del día su madre le dijo “de verdad lo pensé, pero no es culpa de ustedes, ya es navidad, pronto comenzará otro año, es hora de hacer compromisos y empezar de cero. No puedo seguir sosteniendo esto yo sola”. La fecha se aproxima, ella espera. De verdad quiere hacer cambios, sus hermanos también, y sus padres. Pero no es fácil, lo sabe y ve el calendario con inquietud. Después de todo, el cambio de un número en la fecha no asegura que todo vaya a mejorar.
 
 
- Lourdes Patricia Ramos Corrales


Año nuevo

                “No puedes voltear hacia atrás”, “ha llegado el momento de tomar una decisión”, “cada acción tuya, tendrá una consecuencia”. ¿Qué palabras tan serias, no? Seguro no querrás escucharlas en tu próxima fiesta. Toma en cuenta que las fiestas decembrinas están a la vuelta de la esquina: posadas, Navidad, Año Nuevo. Vaya que ésta última representa más que una simple fecha. Puede ser el principio de algo nuevo o el final de una era. Cuando piensas en un nuevo año, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente? ¿La lista de propósitos que tienes por empezar? O, ¿qué estrategia vas a seguir para lograr tus propósitos? He aprendido con el paso de los años que los propósitos no son más que metas vacías. La seriedad de las frases que acabas de leer no es lo que quieres escuchar mientras todos suben sus copas y brindan por las sonrisas y llantos venideros del año entrante. Por mi mente, pasan recuerdos. Cada año deja un sabor, una marca diferente en cada uno de nosotros. Una simple fecha puede cambiar el rumbo de lo que se atravesará en tu camino. Además de recuerdos, hay demasiadas experiencias vividas que van a dejarte lecciones para lo que decidas hacer. Más que metas y propósitos, tu manera de vivir la vida es lo que dirá si vas a cumplir lo que te propongas. Preocúpate por el tiempo, que es vital en esta vida porque tiene un inicio y un final. Mientras todos suben sus copas y brindan por las sonrisas y llantos venideros del año entrante, yo miro el reloj y pienso, que en un año más, estaré ahí parada, rodeada de las mismas personas con nuevos anhelos y sumándole un año más al calendario. De repente, escucho ¡Salud! Que la vida siga.

- Andrea Gámez


Meditación


Estás abriendo los ojos
y te parece
que vieras al mundo
por primera vez.

Los sentidos se reconfiguran
y la vida aparece
tan nueva y tan eterna
a la vez.

Y no entiendes nada
y sin embargo
nunca todo
había estado más claro.



-Georgina González Mendívil