Un año entero.
No me gustan los espejos de ninguna
forma o tamaño. No es una fobia extraña o algo por el estilo, simplemente no me agradan y ya. Su trabajo es
mostrar la realidad de una manera
objetiva ante nuestros ojos y, por eso, no me gustan. Prefiero evitar
observarme en un espejo para, así, pretender que todo está bien. Es cobarde tal
vez, pero no me importa. Sin embargo, en ocasiones es simplemente imposible
evadir el reflejo de tan odioso artefacto. Y, eso, fue lo que ocurrió este año
-mejor dicho- este fin de año. Por
circunstancias de la vida, que preferiré no contar, terminé frente a un espejo.
En aquel momento sentí como si un fuerte peso me cayera encima: no podía creer
lo que estaba viendo. ¿Esa era yo realmente? ¿Yo? ¿Cómo había pasado?
Mirarme ahí parada me hizo reconocer
que nada de lo que había esperado ese año sucedió. No es que hubiera sido miserable,
es sólo que no había sido especial. Nada
cambió pero, la única culpable, soy yo. Si no adelgacé, si no subí mis notas,
si no aprendí nada nuevo, si no leí más de 3 libros… todo eso, es mi culpa. La
persona reflejada en ese espejo soy yo. El reflejo de todo lo que hice, o mejor
dicho, no hice en un año entero. Y aquello me hizo reflexionar. Las cosas no
hechas, las letras no escritas, las no leídas. No se pueden recuperar si nunca
existieron, pero sí se puede empezar de nuevo. Después de todo, para eso es un
espejo: para mostrarnos la realidad a detalle con el fin de que la corrijamos,
o bien, aceptemos. Y, para eso, es también el fin de año: para ponernos nuevas
metas, para seguir adelante en nuestro camino. Por eso, este año, prometo
iniciar de nuevo. Todos deberían hacerlo: corregir los errores, proponerse
nuevas metas. A fin de cuentas, tenemos un año entero.
-Bree
Guerra
Doce uvas y un sólo deseo
Era de
noche y Esteban estaba sumido en el frío ambiente y sus pensamientos. Su padre,
hablando con sus tíos y, su madre, en alguna discusión sobre la limpieza, al
pie de la escalera. Esteban cerró los ojos hasta que una niña pequeña -que
había visto un par de veces- lo despertó. “Toma, Esteban. Para tus deseos”,
mientras le entregaba un plato con unas uvas. Le pareció un tanto ridículo,
¿cómo su familia podía creer que esas frutas les iban a conceder deseos? Pero,
ellos, creían en toda clase de cosas: como poner a un borrego en la puerta de
la casa durante la espera la entrada del año, o salir corriendo con la maleta
en mano por la cuadra. Había que admitir que la imagen de las señoras corriendo
como locas por la calle era muy graciosa. El muchacho llevaba un rato pensando
en el deseo ideal, pero cuando sonó la primera campanada en el viejo reloj de
la casa de la abuela él sabía exactamente qué pedir. Tomó la primera uva, recordó
los momentos que pasaba jugando cuando era pequeño y pidió su deseo. Al sonar
el tercer replique del reloj, Esteban ya se metía otra uva a la boca, mientras
recordaba aquel beso en la frente que ella le dio cuando creía que él dormía, y
pidió el mismo deseo. Seis campanadas y él recordó aquellos viajes al campo que
odiaba pero, como a ella le encantaban, él debía acompañarla y, nuevamente,
pidió lo mismo. No pudo evitar derramar una lágrima al pedir su noveno deseo
mientras recordaba las mañanas que lo hacía madrugar para ir a correr. Al
llegar a la onceava campanada, el muchacho estaba rompiendo en llanto
recordando el accidente pero -aun así- repitió el deseo. No podía dejar de
sentir la culpa, pues era él quien manejaba. Fue él quien no vio el carro aproximándose.
Y no era justo que él sólo saliera con unos rasguños mientras su madre quedaba
en silla de ruedas para siempre. Al sonar la última campanada, en un mar de
lágrimas, Esteban tomó la uva restante y pidió por doceava ocasión su deseo:
“Que mamá pueda volver a caminar”.
- Alan
Michel Romero Diez Martínez
Mi año nuevo
Mi madre me pregunta “¿calzón rojo o
amarillo?”. Simplemente le contesto “amarillo, ya tienes el amor de mi padre”.
Me entristece verla tan ilusionada con un cambio de fecha, tan ilusa ella. El
clima no cambiará; pues eso es a mediados de Octubre. Sus arrugas no se
desvanecerán, y aunque mi padre lo prometa; yo sé que no bajará esos kilos
demás y las cosas no mejorarán. Tal vez mis hermanos crezcan algunos
centímetros, tal vez alguno de nosotros muera, tal vez su hija mayor le dé una
sorpresa desagradable. Pero mi madre y sus hermanas seguirán igual; a la tía
Francisca la seguirá engañando su marido, la tía Elena seguirá teniendo hijos
hasta que la venzan los años, la tía Gertrudis seguirá engañando a su marido,
la tía Eva mantendrá su amor por el sexo femenino (a pesar de los rezos de la
abuela), y la tía Rosa seguirá cambiando de novio cada tres meses. Mi mente
sólo me dice “huye, corre, sal de aquí, escapa, huye lo antes posible”. El año
nuevo no significará nada para mí. Mi año nuevo será el día que compruebe que
no soy parte de ese conjunto; de mi madre y de sus hermanas. El sentido del año
nuevo para ellas, es por decir que hay un pequeño cambio, algo “nuevo”, ya sea
una blusa, nuevos senos o nuevo marido. El día que huya de aquí, para volver
solamente en año nuevo, viendo todo lo viejo, ése día sí será mi año nuevo.
- Georgina González Padilla
El
Próximo Año
“El próximo año”, me había dicho,
“ya verás que todo saldrá bien, deja de pensar en ello”. No sé si lo dijo sin
pensar, o simplemente porque aún tenía esperanza, ya que esto también me lo
había dicho el año anterior. Lo que no sabía, es que hay viejos amigos a los
que estamos perdiendo, y hay nuevos amigos a los que ni siquiera les hablamos.
Qué irónico, pero cierto. Y uno quisiera tener el tiempo necesario para
dedicarle el que se merece a cada quien, pero no se puede, así que lo dejamos
para el próximo año, el año nuevo. O bien, buscamos librarnos de los fantasmas
que, manifestados de diferentes formas, nos acechan. En fin, buscamos la
felicidad, y decidimos empezar desde cero, eso es lo que dicen y hacen muchas
personas, ¿no?
Cada año pasan por nuestro camino muchísimos sucesos, muchísimas personas, y probablemente todo nos marca de alguna manera. A veces les queremos encontrar la razón de “todo pasa por una razón”; no siempre lo logramos. Las rupturas, las reconciliaciones, la vida y la muerte, la bienvenida y el adiós, las emociones vividas, la búsqueda de una solución, las lecciones aprendidas, los errores cometidos, los corazones que se rompieron, los recuerdos que nunca se van.
Así que brindemos, es lo que se suele hacer… por los momentos, los buenos y los malos; por el amor, el amor que tuvimos y compartimos; por las personas que, en medio de una vida ordinaria, aparecieron y nunca olvidaremos. Por el año que vivimos, y por el año que viene.
-
Joel Villalobos
El día más esperado.
El día más esperado
del año para Ángela estaba a punto de llegar. La víspera de año Nuevo era uno
de sus favoritos pero, en realidad, el que traía la más grande espera era el 1°
de Enero de cada nuevo año. Ángela
siempre comenzaba muchas cosas ese día, se forjaba metas para esos 12 meses que
la esperaban con los brazos abiertos pero, este año, sería diferente porque no
empezaría cosas nuevas sino que se dedicaría a terminar las que había dejado
inconclusas un año atrás. No sabía si acabaría con la lista. Después de todo,
era un tanto extensa. La fiesta se celebraría en su casa como todos los años,
habría invitados a montones, gente conocida, gente desconocida y gente que no
quisieras conocer. Eso era lo que más le gustaba a ella: conocer gente nueva y
¿qué mejor que un nuevo amigo para
ese nuevo año? Las personas
comenzaban a llegar una por una o de dos en dos a la gran fiesta. Ángela
siempre esperaba a que ya hubiera bastante gente como para no saludar a las
personas desconocidas. Después de un tiempo de estar en su habitación
esperando, salió y se encontró con una infinidad de personas listas para
celebrar el Año Nuevo. Los tazones llenos de uvas, el radio prendido para
escuchar las campanadas y los fuegos artificiales listos para ser lanzados a la
hora correcta. Las horas pasaban y las doce campanadas resonaron por todo el
lugar, las personas se abrazaban y se felicitaban. Ella, salió al patio a ver
los fuegos artificiales: su parte favorita de la celebración. Las luces de
colores alumbraban el cielo oscuro. Parecía que la vida le daba una oportunidad
de empezar de nuevo, pero Ángela no
se dejaría llevar por las tentaciones. Ese año, sería un año de clausura.
-
Constanza Duarte
Otro
año
La fecha
estaba próxima y todo en su familia era un desastre. Ésa mañana todo parecía
haber explotado; ella dormía y ni siquiera lo notó. Su papá regresó frustrado
de ese trabajo matutino. Manuel como siempre molestaba a su hermano mayor,
quien no pudo más y todo comenzó a caer. Su padre apenas llegaba y su hermano
ya lo bombardeaba con “Manuel hizo esto e hizo aquello, que tumbó la maseta,
provocó que se escapara el perro, arruino este libro, lleva toda la mañana
molestando…” Parecía una de esas mujeres que apenas llega el marido a casa le
sueltan todas sus inconformidades como cascada de rocas. La mecha quedó
encendida. Él siguió y siguió hasta que su padre estuvo realmente molesto y la
siguiente cosa que hizo Manuel detonó una buena reprimenda. Su madre lo estaba
viendo todo, llevaba mucho tiempo cargando su cansancio y desesperación, no
soportó nada más. Ambos padres empezaron a discutir, ella no soportaba ver
golpes contra sus hijos, y llegaron hasta el punto en que su madre pensara en
el divorcio. Poco después ella salió de su cuarto, sólo para darse cuenta del
desastre y escucharle a su madre decir “no quiero seguir viviendo en esta
familia como perros y gatos, pueden escoger con quien se quedan”. Plantearse
esa posibilidad le oprimía el corazón y sentía culpa, ella tampoco se esforzaba
mucho por convivir con sus hermanos y ayudar en la casa. Al final del día su
madre le dijo “de verdad lo pensé, pero no es culpa de ustedes, ya es navidad,
pronto comenzará otro año, es hora de hacer compromisos y empezar de cero. No
puedo seguir sosteniendo esto yo sola”. La fecha se aproxima, ella espera. De
verdad quiere hacer cambios, sus hermanos también, y sus padres. Pero no es
fácil, lo sabe y ve el calendario con inquietud. Después de todo, el cambio de
un número en la fecha no asegura que todo vaya a mejorar.
- Lourdes Patricia Ramos Corrales
Año nuevo
“No puedes voltear hacia atrás”,
“ha llegado el momento de tomar una decisión”, “cada acción tuya, tendrá una
consecuencia”. ¿Qué palabras tan serias, no? Seguro no querrás escucharlas en
tu próxima fiesta. Toma en cuenta que las fiestas decembrinas están a la vuelta
de la esquina: posadas, Navidad, Año Nuevo. Vaya que ésta última representa más
que una simple fecha. Puede ser el principio de algo nuevo o el final de una
era. Cuando piensas en un nuevo año, ¿qué es lo primero que se te viene a la
mente? ¿La lista de propósitos que tienes por empezar? O, ¿qué estrategia vas a
seguir para lograr tus propósitos? He aprendido con el paso de los años que los
propósitos no son más que metas vacías. La seriedad de las frases que acabas de
leer no es lo que quieres escuchar mientras todos suben sus copas y brindan por
las sonrisas y llantos venideros del año entrante. Por mi mente, pasan
recuerdos. Cada año deja un sabor, una marca diferente en cada uno de nosotros.
Una simple fecha puede cambiar el rumbo de lo que se atravesará en tu camino.
Además de recuerdos, hay demasiadas experiencias vividas que van a dejarte
lecciones para lo que decidas hacer. Más que metas y propósitos, tu manera de
vivir la vida es lo que dirá si vas a cumplir lo que te propongas. Preocúpate
por el tiempo, que es vital en esta vida porque tiene un inicio y un final.
Mientras todos suben sus copas y brindan por las sonrisas y llantos venideros
del año entrante, yo miro el reloj y pienso, que en un año más, estaré ahí
parada, rodeada de las mismas personas con nuevos anhelos y sumándole un año
más al calendario. De repente, escucho ¡Salud! Que la vida siga.
- Andrea Gámez
Meditación
Estás abriendo los
ojos
y te parece
que vieras al mundo
por primera vez.
Los sentidos se reconfiguran
y la vida aparece
tan nueva y tan
eterna
a la vez.
Y no entiendes nada
y sin embargo
nunca todo
-Georgina González Mendívil