miércoles, 21 de marzo de 2012

Primavera


Treinta y dos primaveras

-Pasajeros del vuelo con destino a San Francisco, favor de abordar por la puerta tres.
Era la tercera llamada que hacían por los altavoces del aeropuerto. Tomó su maletín, acomodo los lentes y se encaminó hacia la puerta tres, después de entregar el billete de avión y muchos saludos falsos por parte de las azafatas, subió al avión y se acomodó en su asiento. Llevaban dos horas de vuelo y la mayoría de la gente ya estaba dormida. Aprovechó ese momento de tranquilidad para abrir la ventanilla que quedaba de lado izquierdo y acomodarse para así tener la mejor vista. Sabía que se alejaba de todo ese frio y humedad, además de las cosas como el trabajo y la familia, cosas que lo habían hecho tomar el avión. Volvía a San Francisco porque adoraba esta época del año, el sol salía y se acomodaba en lo más alto del cielo y desde la ventana de su habitación podría observar a las flores crecer, al pasto ponerse verde y a su árbol ponerse frondoso y brillante. Se acercaba la primavera y con ella, un motivo más para creer en el futuro, estaba próximo a cumplir sus treinta y dos primaveras, de las cuales, siete había compartido con su esposa y tres con su pequeña hija. Volvió a asomarse por la ventanilla  del avión y sonriendo agradeció al sol y a la tierra por la maravillosa vista que tenía enfrente.
- Maricela Rosas Angulo

Un día de marzo

Había llegado ese día del año, ese día de primavera, ese día de marzo. Ese día cuando todo su mundo se venía abajo, y apenas si podía hacer las cosas.
            Hacía dos años que había perdido al hombre más importante de su vida, y aceptar ese hecho simplemente la destrozaba. Ir al lugar donde se encontraba él, pues eso la destrozaba aún más, pero tenía que hacerlo. No podía dejar pasar ese día.
            Se arrodilló ante la pequeña estructura de mármol, queriendo decir algo, pero sin éxito alguno. Su boca temblaba, al igual que todo su ser. Las lágrimas comenzaron a brotar, era inevitable.
            –Dijiste que estarías conmigo siempre, que vivirías 241 años y así poder protegerme siempre. ¿Por qué te fuiste antes de tiempo? ¿Por qué…? –ni siquiera pudo terminar la frase.
            Su llanto se había vuelto en un llanto inconsolable. Era el llanto de una madre que había perdido a su hijo, su hijo de tan solo 7 años.
            Recordó las últimas palabras que le escuchó decir: “Mami, ¿a dónde me llevan? ¿Qué está pasando?”. También recordó haberle mentido diciéndole que todo estaría bien.
            Cuando por fin pudo recuperar el habla, claro que no del todo, siguió:
            –Me prometiste que iríamos a la luna, que tendríamos trajes de astronauta y saldríamos en la televisión. –soltó un largo suspiro afligido–. Tu imaginación no conocía límites… Mi pequeño. Cuánta falta me haces.
            Se aferró a la cruz que sobresalía del borde superior de la estructura, como si esa acción le fuera a regresar a su hijo. El llanto se volvió peor. El sufrimiento que uno hubiera podido percibir en él era indescriptible. Pero estaba sola, y nadie escuchó su sufrimiento. Solo ella y la ventisca que le revolvía su cabello.
            Sí, aquel era el día de primavera. El día de primavera en el que hace dos años había perdido lo que más quería.
- Joel Villalobos

Sherlock

-¡Mira! La mariposa está saliendo de su capullo. Cuando era una oruga era muy fea, y ahora… Curioso ¿no?
-¿Curioso? ¿Sabes qué es curioso? Curioso es darte cuenta de que alguien a quien quieres no te quiere de la misma forma.
-¿Ya estás otra vez con eso?
-¿Con qué?
-Ya sabes con qué. Con eso…
-No lo creo. Solo te decía lo que encuentro curioso. Desde hace tiempo ya no pienso en eso.
Y aunque pronunciará esas palabras, ni ella misma podía creerlas. Porque siempre pensaba en eso.  En su corazón roto, en las promesas no cumplidas y en su amor no correspondido. Porque siempre pensaba en Sherlock, el chico de sus primaveras, el que venía después del invierno. En el Sherlock de la mirada fría pero de  corazón cálido. El de la sonrisa irónica y los miles de versos. El que la conocía toda sin saber nada. El que le rompió el corazón sin darse cuenta. En el que pensó todo el invierno. El que vendrá, tal vez, cuando llegué primavera. 

-Bree Guerra

Escrito para el blog del mes de marzo

Tienes que ir al campo a escoger las mejores flores, le dijo Marcela a su pequeño. Maximiliano tenía 3 años y sabía lo que era vivir en el campo. Desde la muerte de su abuelo, el papá de Marcela, el niño sabía que los sábados eran un día de luto para él y su mamá. Marcela, por otro lado, se sentía una mala madre por llorar cada noche después de darle un beso en la frente al que aún consideraba su bebé. Habían pasado cuatro meses desde la partida del abuelo Efraín y se sentía como si todavía fuera ayer cuando cargaba a su nieto y aconsejaba a Marcela. Sentía la joven mujer que ya era hora de emprender un nuevo camino y, principalmente, esa había sido la razón por la cual habían ido al campo a respirar aires nuevos. Un día, Maximiliano tomó la decisión de salir a jugar solo al campo. Su casa estaba prácticamente en la nada, a unos 20 km del pueblo más cercano: sólo los rodeaban sus cultivos y unas flores que ellos habían sembrado cuando se mudaban. Aunque el niño era muy pequeño, sentía la necesidad de ver a su abuelo. Marcela no se dio cuenta de que el niño se había salido unos segundos mientras ella había entrado al baño. Notó que había un rayo de sol entrando por la ventana y el niño estaba arrancando unas flores. Le volvió el alma al cuerpo a la preocupada madre y unas cuantas flores para el difunto adornaban la sala.

- Andrea Lilian Gámez Salazar

Estas nubes van a algún lado

Faltaba un mes para la primavera.
Él se asomaba por su ventana todas las mañanas y no podía evitar una sonrisa cuando veía pasar a alguna ardilla caminar por entre los árboles o a algún ave volar por encima de su casa. La llegada de la primavera, lenta, progresiva y cada vez más tardía, era uno de los pocos placeres que no se sentían limitados. Incluso la risa parecía escasear desde que la guerra había comenzado.
El pasto bajo sus pies, las coloridas flores salpicadas entre el pavimento, y el sonido de las aves sobre su cabeza eran pequeñas cosas que nadie le podía quitar. Eran cosas que no tenía que medir con un maldito libro de cupones, ni siquiera desde el año anterior, cuando el libro había cambiado de azul a un asqueroso café que siempre parecía estar sucio.
Esta era la tercera primavera que venía con la guerra y, como los años anteriores, él rezó para que fuera la última. Ya había llegado un punto en el que sentía que sólo rezaba para tener algo que hacer, para poder sentir que aún guardaba un poco de esperanza. Si era honesto consigo mismo, la esperanza también parecía escasear. Estos eran sus últimos meses como menor. Pronto vendría su cumpleaños de 18 años y con él, la posiblidad de ser reclutado en cualquier momento. La misma idea hacía que se le revolviera el estómago.
 Decidió dejar de pensar en eso, olvidar el hecho de que este podría ser el último año que pasara junto a su familia, la última oportunidad de ver la nieve derretirse y el sol traer la primavera. Un perro ladró en la distancia y él sonrió. Decidió que le vendría bien adoptar una mascota, alguien que siempre estuviera ahí con él. Tal vez no era el momento adecuado, no con el racionamiento y el estrés que su familia de por sí tenía que soportar. Sin embargo, se prometió a sí mismo que eso sería lo primero que haría cuando llegara la primavera después de acabar la guerra.
Más que nada en el mundo, deseó poder llegar a ver esa primavera.

- Elisa Norzagaray

Primavera

Con un arcoíris en el cielo, un girasol  floreciendo y el canto de aquel pájaro empezó la Primavera. El sol se acercó un poco más a la tierra para iluminarla con sus rayos. El viento sacudió su cabello y las preocupaciones que le había dejado el frío invierno. Sin embargo, aun sentía la brisa en sus hombros, podría ser la falta de abrigo o un brazo alrededor del cuello que la cubriera. Los colores, la música y los sabores de estos días parecían tener un efecto especial en todas las personas. Todo brillaba un poco más pero ella solo veía en ese reflejo los recuerdos que tenía que dejar atrás.

- Paola V. Bojorquez

Contrato Cancelado

¿Qué opinas de esta foto? Me preguntó. Luces… Extraña, no sé. Y lo hacía, lucía muy extraña. Esa foto, no era lo que me había imaginado. Y esta situación tampoco lo era. La miré unos momentos más para comprobar la foto que se encontraba en la computadora frente a mí.
Las luces brillantes, los flashazos y clics me sofocaban. Iré a fumar un cigarro, ya regreso, la dejé esperando mi comentario inconcluso mientras me dirigía hacia la puerta, podía sentir su mirada escéptica en la parte de atrás de mi cabeza. Corrí la puerta de metal dejando un espacio sólo para que mi cuerpo pasara. El penetrante calor me obligó a quitarme la chaqueta. La primavera, como odiaba la primavera. Y es que además del calor, toda mi vida parecía ir mal cuando la primavera venía. Bajé el cigarro para soltar una bocanada de humo, y al traerlo de nuevo a mi boca, se trabó con mi cinto cayendo al piso... mojado.
Frustración, no podía sentir nada más que eso en este calor insoportable que hacía que mi vida perdiera su balance. ¿Será que Dios no quiere que disfrute ni siquiera un cigarro? Será que la primavera me odia. Un contrato cancelado en una disquera y la persona más importante en mi vida realizando todos sus sueños, dejándome atrás.
Si tan sólo hubiera sabido de antemano cómo la primavera de este año sería, probablemente no hubiera dicho que sí en aquellas situaciones, ni tampoco me hubiera negado en muchas otras.
Pero realmente me pregunto si me hubiera anticipado a mi fracaso dejándolo llegar antes, o si me hubiera arrodillado frente a mis errores para intentar cambiar un poco lo que mi destino del día de hoy sería.

- Andrea Vizcaíno

Primavera improvisada

            Es primavera, y sé que todos esperan que hayan colores, flores y cosas agradables. Pero yo por mi parte prefiero vivir la primavera de manera gris. Las personas cuando vuelan muy alto suelen caer de repente y yo ya no quiero volar. Prefiero mantenerme en neutral, en el suelo, sin despegar.
            Prefiero quedarme en casa que ponerme esos tacones que me lastiman y salir con un vestido ajustado. Prefiero las cosas bien hechas, las cosas auténticas. Prefiero a la gente que hace y no a la que dice. No me gusta la primavera, pero la escojo antes que al invierno pues el invierno con todo eso de estar juntos y los mensajes de “paz y amor” ya me suena un poco hipócrita.
            Tal vez lo malo de la primavera es que no noto que mi jardín está un poco más verde. Tal vez no noto que los pájaros están felices porque yo estoy muy ocupada en no estarlo. Tal vez no disfruto el calor por prender el aire acondicionado y tal vez quiero mantenerme en el suelo porque no he subido tan alto como para que me guste estar en el aire con todo y los riesgos.

- Anna Camacho


Sueños de primavera.

El gélido frío se esfuma,
cual nubes en la noche.
Las aves mueven sus plumas
pues llegó la época del derroche.

Las calles se visten de flores
y su aroma hace que las adores.
Las criaturas comienzan a salir
pues cansadas están de dormir.

La primavera ya ha llegado
y las flores están brotando.
La primavera llega con la brisa del sol
y por la ventana entra la luz cual farol.

La primavera llega y todos cantan.
La primavera entra y con ella el amor.
La primavera se queda y los ánimos se levantan.
Se queda primavera hasta que vuelva el invierno ejecutor.



- Alan Michel Romero Diez Martínez

martes, 7 de febrero de 2012

El amor ha llegado


No sé cuándo decirlo.

Se levantó lentamente de su cama después de los largos minutos en los que intentó cerrar los ojos y dormir. Caminó a un paso un poco más lento de lo normal acercándose poco a poco al librero que estaba frente a su cama. Toco la pasta de cada libro y se relajó, agarro su favorito y se puso a ojear las paginas para pararla en la 118. Empezó a leer lentamente las palabras y le salió una risita tranquila, era la parte en que Jess, la principal se enamoraba de Jack y ambos se correspondían y se decían las palabras “Te amo”. Nunca la había dicho, solo a sus padres y familiares, enamorarse, amar a alguien, sentir que estaba con la persona  correcta, siempre en su mente pasaba “¿Cómo sabes que amas a alguien?” la respuesta de Omar cuando le preguntó le dijo simplemente: “solo lo sabes”, pero para ella no es fácil saberlo, sabía que amaba a su familia, porque siempre le habían dicho que es algo que tienes que amar porque sí, quería a sus amigos, pero no sabía si los amaba. No amaba a ningún hombre, ni a ninguna mujer, por los primeros se sentía atraída pero jamás algo importante para decir “Te amo”. Suspiró, dejó el libro en su lugar cuando creyó que ya eran demasiados pensamientos por esa noche, dio la vuelta y volvió a caminar hacia su cama. Cuando se recostó, cerró los ojos y se dispuso a olvidar el tema por esa noche.

-          Daniela Montoya Barraza


Pesados Armazones

No puedo creerlo. ¿Quién iba a imaginarse que ella, la niña a la que alguna vez le jalé el cabello al punto de hacerla llorar, es a la mujer a la que tanto extraño? La mujer que se fue el día de ayer, y hoy no regresó, ni regresará mañana. Cualquiera le hubiera aconsejado sacar una orden de restricción en contra mía, pero no lo hizo. Ella vio más allá, ella vio a través de mi infantil persona, ella  me vio a mí.
Quién hubiera pensado que aquel uniforme blanco impecable se convertiría en un vestido largo con velo, y mi playera percudida llena de lodo cambiaría al mejor traje negro que usé en mi vida. Me quito los pesados armazones para limpiar mis ojos que de lágrimas se han llenado. Pensar que no la volveré a ver,  que en aquel lado de la cama nadie volverá a dormir.
El cambio tan contrastante del color de su cabello  y el tiempo que su rostro reflejaba la hacían parecer otra persona ero en mis ojos, dentro de mis viejos ojos, ella seguía tan hermosa como lo había sido siempre.
Pensar que ya no hay motivo por el cual arreglarme en las mañanas, de intentar lucir mejor que ayer, ya no hay nadie a quien impresionar. Vuelvo a humedecer mis mejillas. Hasta que mi memoria pierda su lucidez, o hasta que estemos al mismo nivel del suelo, mi amor seguirá vivo.

-Luis Alfonso Puente
Me pregunto…



¿Por qué lastima el amor?

¿Por qué el amar no es duradero?

¿Por qué es que causa dolor?

¿Por qué, amor, es que ya no te defiende ningún caballero?



Si tan solo una respuesta pudiera encontrar.

¿Acaso algo pudiera cambiar?

Si tan solo el amor de mi lado no se marchase.

¿Sería capaz de dejarlo quedarse?



Me atormenta la ira y la tristeza

pues parece que ya no soy digno de amar.

Y siempre agridulces palabras mi corazón reza

ya que mi error es de nunca acabar.



Es que acaso condenado estoy

a por los siglos buscar el amor

y solo toparme con un futuro devastador

porque así lo escribió ese destino dictador

ese destino que me maldijo el día de hoy.



- Alan Michel Romero Diez Martínez

Reencuentro enterrado

Se encontraba en el denso desierto de Sonora.
Se agachaba para recoger la cantimplora. Sorbe. Se tapa la nuca para que no le afecten los dañinos rayos del sol que hoy en día tanto cáncer dan. Seguía caminando con sus huaraches deshilachados y su camisa sucia, mugrienta por el petróleo y los trabajos que había realizado para transportarse desde Tepic. Había vendido ya el traje que usaba al principio después de que le robaron la camioneta en la que se transportaba. Llevaba ya alrededor de 3 días inmerso en el desierto con el resultado de rumores, mitos y habladurías de la gente. Se detuvo un instante a memorizar por qué se encontraba haciendo aquello y no estaba en la comodidad de su oficina ratificando alguna ley o vigilando los pasos del senador. Abrió su billetera y observó la foto. Su cara despojó instantáneamente cualquier indicio de queja, sus ojos le brillaron y la sonrisa se le abrió dejando entrever algún que otro diente.
-No se diga más
Sostuvo la foto en su mano y guardó la billetera consigo. Sacó energía de la piel de la billetera que le hizo no necesitar agua por otras tres horas. El camino llevaba una que otra tormenta de arena que dificultaba la búsqueda. Y con esos escondites que el narco maneja, más complicada iba a ser encontrar donde ocultaban a su hija.
A lo lejos se veía una figura perdida caminando por el desierto, en el fondo de su corazón se veía el ansia de verle. Apretó la foto y siguió caminando.
Y mientras caminaba una mano salió de la arena…
-          Arturo torres

“______________”

Sentí sus brazos en mis hombros, sus heladas manos impedían mi vista. Traté de dar la vuelta y descubrir quién me tenía acorralada entre su cuerpo pero no lo hice. Esperé hasta que él me dejó ver de nuevo la luz. Ya no estaba ilusionada por el sol o los colores que invadían el mundo, era el brillo de sus pequeños ojos café lo que me tenía atrapada.
-          ¿A mí no me saludarás? – Se acercó a decirme. 
-Nunca pensé hacerlo, ¿Por qué lo haría? Había entendido que solo funcionábamos en una habitación vacía, donde no había miradas ni oídos a nuestro alrededor. Recordé aquella noche, la conversación en la cama, las frases desnudas, el calor de las cobijas. Solo eso, nada de erotismo ni excentricismos. Como quería que fuera, como debía hacer. Él había guardado esas palabras, con miedo a que alguien las encontrara. Mientras la luna se escondía, me las iba entregando para que me las llevara. Confió en mí en el desayuno, en el almuerzo, lo veía en las miradas de la cena. Nos habíamos hecho cómplices de un complicado juego donde no había nada que perder, al menos eso creíamos. Sus letras fueron llegando a mí, vocales y consonantes  una a una marchaban sin cesar, yo tenía que darle algo a cambio. ¿Qué le daría?, nunca lo decidí de esa forma, pero así se hizo. Un pedazo de mí era lo que pagaba.

- Paola V. Bojorquez

Por supuesto que fue Amor.
¿Amor? Pensé mientras miraba su dulce rostro en mis recuerdos. Sí, eso creo que era. Todos esos recuerdos y todos esos momentos. Seguramente debió haber sido amor. Cada gesto y cada sonrisa. Intento mantenerme positivo aunque su rostro solo en mi mente se quedará. Y el suave roce de su piel no será más que un fantasma que alguna vez me habitó. Pero sentirla de nuevo, ni hablar. Tomarla en mis brazos era todo lo que necesitaba. El tiempo pasó pero… cómo iba a imaginar los hechos que iban a tomar lugar. Como iba a imaginarme yo esos crueles brazos que me la iban a arrancar. Y su suave y frágil figura siendo llevada en ese lecho de sábanas blancas y rojas. La tomé en mis brazos y pude sentir esa calidez una última vez… una última vez antes de irse. Caminando. Así se fue y así lo sentí, así sentí mi amor, mi cariño hacia ella caminó lejos y sin darme cuenta. Tal parece que se fue con el brillo de sus ojos. Tal parece que me la arrebataron, pero dentro de mí sé que yo la dejé ir. Yo la dejé irse, yo la dejé caminar y fui yo el que la dejó volar lejos. Fui yo el que le dio permiso de abandonarme. Yo no dejé que mis ojos se nublaran y mucho menos que se inundaran de lágrimas vacías, sentimientos huecos, palabras sin sentido. No tenía por qué llorar por algo que yo había causado. Se podría decir que perdí el amor, pero no es el suyo el que temo que se haya ido. Es el que habita dentro de mi corazón, el que sé que no regresará ni aunque ella regrese en sus pasos, ni aunque yo deshaga los hechos y ni aunque esa persona detenga sus acciones. Sí, lo he perdido. Lo que soy y lo que fui. Porque todo eso lo era con ella. Porque aunque no repetía después de ella la palabra “Amor” el sentimiento no estaba ausente. Mi mano nunca estuvo ausente en la suya y sus suaves susurros nunca estuvieron ausentes en mi corazón. ¿Amor? Por supuesto que fue amor…
-          Andrea Vizcaíno

¿Dónde está el cesto de basura?
Mientras escribía, se le escapaba el corazón por la punta del lápiz. Amaranta quería decirle a Ulises que quería casarse con él y pasar toda una vida juntos. Como no es muy común que la mujer le pida matrimonio al hombre, ella tenía bastante miedo de declarársele y que él se negara por vergüenza. Conforme iba avanzando en su carta, se le escurrían las lágrimas por el rostro. No sabía cómo reaccionaría Ulises. Se imaginaba todo lo que bello que podría suceder entre dos personas que se quieren, porque estaba completamente segura del amor que se tenían. Tanto tiempo adivinándose el pensamiento y dándose palmadas de consuelo en los momentos tristes y, Amaranta, no veía un compromiso cercano. Creía conocerlo bien, pero no sabía si él pensaba en asumir un compromiso con ella. Arrancó la hoja unas tres veces, la hizo trizas y la tiró al cesto de la basura. Curiosamente, Ulises no se había comunicado con ella las últimas horas. Parecía que todo estaba tomando un cauce especial para que  las cosas sucedieran. La casa, los niños, la decoración. Todo pasaba por la cabeza de Amaranta. Trató de no ser cursi en la redacción y ser, más bien, directa e ir al grano. Punto final: Inés había terminado de redactar su historia de amor.

- Andrea Lilian Gámez Salazar

¿No crees?





No debería generalizar, pero de todos modos lo haré. Somos tan masoquistas que queremos que todo sea de color de rosa, como en una novela romántica que ha hecho llorar a tantos, una película que tocó millones de corazones, o una simple carta que nos roba el aliento, ¿qué mejor que vivir en un cuento donde todo es perfecto?, pero cuando por fin lo es, nos aburrimos y buscamos problemas. ¿Por qué no simplemente conformarnos con ser felices en el ahora? Y si bien es cierto que el amor no existiría si separáramos éste y el dolor, no entiendo la necesidad de orillarse a uno mismo a sufrir.

Se supone que el amor es el sentimiento más hermoso, el más real, el más sensible que pueda haber, ¿no es esa razón suficiente para sentirlo y dejarte envolver por él? Me lo pregunto varias veces al día. Claro que algunos poemas no riman, y otros no tienen un principio, un medio, y un final claros, pero de eso se trata esto, ¿no? De encontrarle el significado a lo que es amar, y al hacerlo, también descubrir qué es lo que se siente ser amado de vuelta. Hay que vivir el amor, ¿no crees?

No podemos saber cuándo llegará, cómo llegará, si nos cambiará por completo, si nos hará tomar decisiones sin siquiera pensar en las consecuencias, si el momento será el correcto. Realmente no sabemos nada… Bueno, sabemos dos cosas: amar no es sencillo, no, eso todos lo sabemos, pero también todos sabemos que amar lo es todo.

- Joel Villalobos

Morador
 
Morador extraño, añejo, ya casi olvidado
que cantas todavía a veces
morador de piedra, casi indestructible,
fuego que despierta a la libélula,
pestañeo sonriente.

Morador que sufres, que te vas,
que despegas los pies del suelo,
que te caes de repente,
que se te van las alas

Morador que me vuelves agua,
que me pierdes y me alcanzas
que te apareces de vez en cuando
que eres sombra

Morador que me quitas y me
pones la sonrisa, hermoso
que no hay palabras
morador tormentoso, frio, solitario,
abandonado, afligido.

Morador de mi corazón,
aprisionado bajo mi lengua,
enredado en mi cabello,
caminando con mis pies
-          Anna Camacho

Lovey Dovey

Querida Alicia:
Hola. ¿Cómo estás? Bien supongo, tú no tienes ningún problema, y yo tampoco pero me gusta pensar que sí, lo admito. Me da algo en qué pensar. Te escribo esta carta para darte un par de consejos que espero y sigas. No te digo que espero que te ayuden porque si me estoy tomando el tiempo de hacer esto es porque sirven ¿o no?
Ya sé lo que piensas: “¿quién es esta loca que viene a meterse en mis asuntos?”. Pues me da mucha pena decírtelo querida, pero TUS asuntos, también son MIS asuntos.
Iré al grano. Recuerdas que de niña después de ver a Marcela, tu hermana, hablando con su novio, el idiota cursi, en un idioma estúpidamente ridículo prometiste que tú jamás harías eso. Y que cuando viste a Lorena, la novia de tu hermano, llorando a moco tendido en la puerta de tu casa juraste que nunca te enamorarías de un imbécil. (Porque aceptémoslo, aunque es tu hermano favorito, en aquellos días Rogelio era un imbécil).
¿También recuerdas que nunca fuiste buena cumpliendo lo que prometías verdad? Pues bien. Te tengo noticias. Te vas a enamorar y el amor te va a pegar duro. Duro y cursi. Y de un imbécil, ¿qué tal? Pero no te preocupes, no es tan imbécil. Te quiere mucho y bueno, sí, es medio imbécil. Pero eso no es de lo que te vengo a proteger. Alicia lee muy bien esto. Enamorarse es bueno, deja de pensar que está mal y que tú no debes caer en eso. Tarde o temprano te va a llegar y quedarás como la típica idiota que dice que a ella no le va a pasar para después estar ahí por las calles derramando miel. Ese es el problema Alicia. Yo no sé qué traumas infantiles tengas reprimidos pero ahora eres la persona más cursi del mundo. No te daré los ejemplos porque te van a dar náuseas. Pero en serio. Alicia, tenemos problemas. Yo no los he podido arreglar porque por más que lo intento, siempre termino actuando como una estúpida cuando estoy frente al imbécil. Es mi imbécil favorito ¿sabes? NUESTRO imbécil favorito. Pero es vergonzoso. Así que hoy, Alicia, te escribo esta carta para que tú arregles las cosas. Yo sé que es tu culpa, por ser una niña tan reprimida. Alicia vive más, sueña más, ama más. ¿Y sabes qué? Aunque te moleste mucho, Mauricio, el de tu salón, no está nada mal.
Con Cariño. Alicia.
-          Bree Guerra

No tan bien como esperaba.

“¿Y cómo va tu relación?” Me habían preguntado esa mañana las amigas de mi madre en la cafetería que solían frecuentar. Las había encontrado por casualidad y con aire despreocupado les había contado que las cosas no iban tan bien como yo quería. “Los jóvenes de hoy en día no saben mucho de amor” me había dicho una de ellas con sorna, y me molesté. El amor es un tema complicado que tomaría todo el diccionario para ser explicado, agotaría las palabras existentes y tendrían que inventarse nuevas para poder representar ese sentimiento tan puro y espléndido. ¿Se supone que por ser una adolescente no sé qué es el amor? ¿O simplemente tienen la idea de que no soy lo suficientemente madura para manejarlo o entenderlo? Había conocido a una persona que me hacía plenamente feliz y triste, que me hacía sonreír y llorar con una simple oración, que me hacía gozar y sufrir. Me gustaba lo que había en el exterior, sus ojos amables y su sonrisa desbordante de sueños, pero lo que se encontraba adentro, en su corazón, hacía una maravillosa fusión con lo que estaba en el mío y nos volvía imperfectos, de una forma perfecta. Las cosas no iban tan bien como yo esperaba, era verdad, pero no por ello iba a dejar de luchar por él, por su alma y corazón, por nosotros y nuestro amor. El amor nace para dos y si se despedaza, el corazón queda en piezas de un millón. Tal vez la conversación con aquellas mujeres no fue agradable, pero me había servido para darme cuenta de que el amor no se encontraba fácil a la vuelta de la esquina y ahora que lo tenía yo lo defendería con mi vida.
-          Karla Torres

RRM

Se quedó dormida espiando entre los arbustos y cuando despertó, descubrió que él ya se había ido, ó no. Su motocicleta BMW GS 2006 yacía postrada en un árbol, con su chaqueta de cuero sobre ésta. Ella se acerca y al comprobar de manera errónea que no había nadie alrededor, la toma entre sus brazos y le da una buena olfateada. “Hugo Boss”. Pensó para sí, mientras su nariz se deleitaba. Dos metros más allá, escondido detrás de un arbusto de bayas, estaba Rogelio, mirándola a ella, y no pudo evitar soltar un gritito de rabia, que ella no escuchó en su absorción. Ella abandonó la moto, antes de que Roberto la pudiera descubrir, se encaminó a la orilla del río y descubrió a Roberto bañándose. No pudo evitar sentir un cosquilleo, que no fue precisamente de mariposas en el estómago, sino más abajo. Roberto la descubrió observándolo, pero decidió no avergonzarla, simular que no se daba cuenta. Después de todo, tendría que verla todos los días en la universidad, y no quería hacerla sentir incómoda, ni él se quería sentir incómodo. Mariana lo sabía; sabía que había sido descubierta por esos ojos azules, pero ¿por qué él no se había vuelto a mirarla? Tal vez no se dio cuenta. Tal vez a él no le importa ella, o tal vez él también está tan locamente enamorada de ella, que decidió ocultar su descubrimiento para por fin confesarle su amor el lunes, pero todos sabemos que una confesión amorosa a la orilla del río, con el cuerpo semidesnudo, es mucho más romántica y extraordinaria (y después de todo Roberto es extraordinario y romántico) que una confesión en la escuela en frente de todo el mundo. Tal vez por eso no le dijo nada a la orilla del río, quiere que todos la vean y la feliciten por su relación. El lunes llega; y Mariana se encuentra con clases que tomar, compañeros que saludar, su amigo Rogelio que no le dirige la palabra y un Roberto que la trata con más indiferencia que la acostumbrada.



-          Georgina González Padilla